Mujeres y tatuajes, una historia sorprendente
La relación entre las mujeres y los tatuajes empezó mucho antes de lo que uno podría pensar. Ya a finales del siglo XIX encontramos a la primera mujer tatuadora, Maud Stevens Wagner. Maud nació en 1877 y como muchas otras mujeres de la época, era una artista de circo, concretamente trapecista y contorsionista, trabajando en diferentes circos ambulantes. Hasta que conoció al tatuador Gus Wagner, a quien propuso un trato: le dijo que saldría con él si la enseñaba a tatuar. Pocos años después se casaron y tuvieron una hija la cual ya con 9 años empezó a tatuar y acabó convirtiéndose en una artista del tatuaje.
Como aprendiz de tatuadora, Maud se hizo experta en el arte de los tatuajes tradicionales sin necesidad de máquina, a pesar de que ésta ya se había inventado. Esta pareja fueron de los últimos en tatuar a mano de la manera tradicional y Maud Wagner se convirtió en la primera tatuadora conocida de Estados Unidos.
Pero Maud Wagner no es la única mujer que ha pasado a la historia a causa de sus tatuajes. Nora Hildebrandt, quien nació en 1857 fue la primera mujer tatuada en ser una atracción de circo. Por aquel entonces, los tatuajes eran una rareza y las mujeres tatuadas además siempre estaban envueltas en extrañas historias como por ejemplo sobre indios que las capturaban y las forzaban a tatuarse. Esto se hacía para atraer al público como si de un freak show se tratara. Nora era una de ellas y explicaba que la tribu de Toro Sentado la había tatuado de arriba abajo, pero en realidad fue su padre quien la tatuó, éste era el alemán Martin Hildebrandt, uno de los primeros hombres en montar una tienda de tatuajes en Estados Unidos, concretamente en 1846.
Artoria Gibbons, quien logró alcanzar un cierto reconocimiento con sus tatuajes religiosos, también utilizaba una truculenta historia para vender su imagen, contaba que su marido la había obligado a hacerse tatuajes religiosos como castigo por traicionarlo, pero en realidad fue su mánager quien le aconsejó que contara esta historia. La razón real de que se convirtiera en una mujer tatuada, era por los problemas económicos de su tiempo (los años 20) y que ese empleo era una buena manera de sobrevivir. A las mujeres tatuadas se les pagaba bien, ya que cobraban entre 100 y 200 dólares por semana.
Irene Woodward, también conocida como La Belle Irene bebió de la fama de estas primeras artistas para lanzar su debut por todo lo alto en Nueva York, consiguiendo una reseña en el New York Times que la catapultó a la fama. Trabajó en el museo Bunnell y realizó viajes por toda Europa con gran éxito. También Lady Viola, nacida en 1898 se hizo famosa por ser “la mujer tatuada más hermosa del mundo”. Trabajó con el circo Ringling Bros y también en museos, aparte de dedicarse a tatuar en invierno.
Finalmente cabe mencionar a Mildred Hull, nacida en 1897, quién también fue una de las primeras mujeres tatuadoras, y que aunque como la mayoría empezó su carrera como bailarina exótica de circo tatuada, pronto empezó a ser ella la que realizaba los tatuajes hasta el punto de montar su propio estudio llamado Tattoo Emporium, que compartía con un barbero. Trabajó durante dos décadas como tatuadora y llegó a tatuar a muchas mujeres.
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